Fue tal el golpe que no recuerdo el día exacto en el que ocurrieron los acontecimientos que voy a intentar escribir con la mayor exactitud posible.
Lo primero que recuerdo es que me encontraba en pleno campo de batalla, eso si, recuerdo claramente que me incorporé algo más tarde porque mi transporte tardó en llegar hasta el lugar de la contienda. Al llegar, ya habían comenzado las hostilidades, recuerdo caras que nunca antes había visto allí, pero que al parecer habían avisado para intentar superar al enemigo y así sobreponernos de la contundente derrota anterior. Realmente el hecho de llegar tarde hace que te afecte menos los primeros encontronazos contra lo que salía de aquella cocina. Intentábamos contener los avances como se podía, yo al estar más fresco los sorteaba con más éxito, pero otros eran prácticamente imposible sortearlos. Ahora que recuerdo, faltaban algunas unidades que habían estado junto a nosotros en la batalla anterior, supongo que su ausencia y la sustitución por nuevas caras nos hizo confiar demasiado en nuestras posibilidades y nuetro exaltado ego fue a la postre una pesada piedra.
Conforme la cocina lanzaba ataques en forma de exquisitos platos, nuestras defensas iban flaqueando, aunque yo diría...engordando. En medio del brutal ataque por parte del cocinero, pudimos agregar a nuestras filas a nuevos elementos para ayudar en el frente mientras que nuestro bando sufría bajas, pero ni por esas. Esa última incorporación fue...la peor, ya que el enemigo reconoció al instante el lado más débil de nuetra formación y atacó sin piedad y en el momento menos esperado la batalla ya se había decantado del lado enemigo y nos encontrabamos a su merced, sólo eramos capaces de responder a sus estímulos culinarios. Derrotados, no nos quedaba otra que poner pie en tierra y rendirmos a sus exquisiteces.
Hemos cometido el mismo error que las veces anteriores, pero esta vez puede ser la peor de todas ya que hemos infravalorado al enemigo en su propio terreno, en el momento de mostrar su arma secreta...el chocolate con helado de limón, hemos sonreido y hemos pedido el ejemplar más grande como esperando el tiro de gracia, eso si, con la bandera blanca delante, para que no se diga que tenemos mal perder.
En la siguiente, ya me niego a luchar, iré con la bandera blanca y así disfrutaré sin derrota, aunque no sé si será la mejor o la peor opción. Eso si, espero que sigamos luchando en el mismo lugar y con la misma gente sea cual sea nuestro destino.
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